martes, 27 de julio de 2010

Actitud vs Aptitud

Leí hace poco un artículo de El Confidencial sobre las preferencias de las empresas en cuanto a la elección de actitud frente a aptitud. Esto me sugiere algo que hace tiempo vengo pensando.

Muchas veces me he preguntado qué prefiero en un colaborador/compañero y he ido modificando mi opinión al mismo ritmo que he ido adquiriendo experiencias en mi vida.

Cuando era pequeño, en el colegio, el ambiente en el que había vivido toda la vida había sido bastante protegido. Era, como suele decirse habitualmente, la vida en una burbuja. Hasta entonces, sólo tenía referencias del mundo laboral y profesional de mi entorno más cercano, donde el ejemplo de mi padre brillaba por encima de todos los demás. Es un gran técnico, un trabajador incansable y está dotado además de una visión crítica del mundo que le hace "pensar fuera de la caja" constantemente. Siempre le he visto imaginar formas distintas de hacer las cosas y sobre todo ser consciente de que el único responsable de hacer las cosas es él y por tanto adopta las cuestiones del trabajo como suyas propias. Esto puede ser habitual en los emprendedores, pero no es el caso, puesto que mi padre trabajaba por cuenta ajena. En resumen tenía cerca un ejemplo extraordinario tanto de actitud como de aptitud, así que pensaba que esto era lo normal… con lo que no me preocupaba demasiado el tema. Simplemente no concebía que no fuera así siempre.

Decía que esta es la burbuja en la que crecí, y cuando llegué a la universidad comencé a ver el "mundo real". Efectivamente, la gente con la que traté en aquella época era mucho más diversa de lo que había sido mi círculo de conocidos hasta entonces. He de decir que me vino fenomenal para mi desarrollo personal e hice amigos que durarán para toda la vida, aunque pasen años sin que nos veamos o hablemos. Por no desviarme del tema, diré que es en la universidad donde comencé a reflexionar sobre la actitud y la aptitud. Allí vi un montón de gente con un potencial enorme (puesto que tenían aptitudes más que suficientes) desaprovechado por una falta de actitud que para mí resultaba desconcertante. Claro que estando en la universidad, donde es la aptitud lo que se valora, todavía no tenía claro por cuál de las dos características decantarme aunque creo que en aquella época prefería tener a gente con aptitudes a mi lado, puesto que realmente seguía sin concebir que alguien inteligente no tuviese ganas de hacer las cosas muy bien por el simple hecho de hacerlas.

En cualquier caso, las diferencias de visión del mundo que comencé a ver, me fueron preparando para lo que vendría después: el trabajo. Y aquí sí que me sorprendí de lo diferente que es la realidad de España de lo que pude ver en mi entorno familiar o desde la atalaya privilegiada de la universidad. De la misma manera que yo viví en una burbuja los primeros años de mi vida, Madrid suponía una burbuja respecto de la realidad del resto de España.


Lo cierto es que llegué "desterrado" a Algeciras donde me encontré con una realidad que al principio he de reconocer que no supe comprender. Demasiada gente que no tenía ningún sentido del trabajo como algo propio, sino que veía el trabajo como una herramienta que hay que sufrir para ganar pasta. No digo que no tengan algo de razón, es decir, el trabajo es necesario para ganarse el pan y no debería ser el centro absoluto de tu vida, pero me sorprendió la forma en que afrontaban el hecho de trabajar, ya que para mí desde pequeño el trabajo es una parte importantísima de mi vida a partir de la que, junto con otras muchas cosas, realizarme como persona intentando mejorar cada día. Es por esto que no concibo el hecho de estancarme haciendo lo mismo día tras día sin ánimo de mejorar y por tanto no entendía que hubiese gente cuya única ambición es salir de trabajar para “comenzar a vivir”. En definitiva, no llegaba a entender que hubiera gente con tan pocas ganas de superación personal.

El caso es que mucha de esa gente estaba extraordinariamente bien formada. En ocasiones incluso demasiado para el puesto que ocupaban (quizá esto fuera una de las fuentes de su frustración, pero esto es harina de otro costal…). Tenían opción de hacer las cosas mucho mejor de lo que se hacían y desde luego capacidad más que de sobra para mejorar la calidad del trabajo. Simplemente faltaba actitud. Es entonces cuando cambié de opinión y me planteé el tema desde un punto de vista de oferta. Me di cuenta de cuál es el recurso escaso, y sobre todo de cuál es el coste de suplir la carencia de aptitud, frente al coste de hacer lo mismo con una falta de actitud.

Realmente suplir una falta de aptitud es relativamente sencillo, puesto que los conocimientos se adquieren con formación. Cuestión distinta es la falta de actitud, ya que al ser una característica personal no es “enseñable” más que con ejemplo y tiempo. Además si falta la actitud, se hará prácticamente imposible solucionar cualquier falta de aptitud…

Por tanto comencé a pensar que de tener que elegir, la característica que le pediría a cualquier colaborador sería tener una buena disposición, ya que:

1. Hay menos gente “dispuesta” que gente preparada
2. Si tienes disposición, aprenderás rápido y tenderás a tener más visión global
3. Cuesta mucho menos esfuerzo y dinero formar a alguien que cambiar a alguien que no tiene una buena disposición

Obviamente no quiero con esto decir que no haya que poner el esfuerzo necesario para que las condiciones de trabajo de nuestros colaboradores sean propicias para mejorar su desempeño, pero evidentemente es mejor prevenir que curar.

Y supongo que respecto a esto habrá muchas opiniones…

No hay comentarios:

Publicar un comentario