miércoles, 7 de julio de 2010

Sobre el aborto

Reflexionando sobre la polémica en torno a la ley del aborto y aun a riesgo de repetir cosas que seguramente mucha gente ha dicho ya, no me resisto a contar mis impresiones.


Cualquiera de las cosas que nos pasan en la vida, tiene consecuencias. Algunas de estas cosas nos pasan debido a acciones llevadas a cabo por nosotros mismos y otras nos pasan por acciones que otros han tomado. En cualquier caso, siempre hay alguna consecuencia o un resultado de esas acciones. En ocasiones, se entienden esas consecuencias o resultados como problemas si es que modifican de forma sustancial y a peor, nuestro statu quo.


Respecto a los problemas hay un abanico de soluciones posibles entre las que podemos elegir. No todas las soluciones implican el mantenimiento de la situación previa, sino que algunas implican cambios. Por otro lado, algunas soluciones están basadas en acciones propias y otras están basadas en acciones ajenas.


Habitualmente la asunción de la propia vida como responsabilidad de uno mismo implica que las soluciones pasan por la acción personal, mientras que la no asunción de esta responsabilidad personal sobre la propia vida implica la espera de que los demás actuarán por nosotros. Como diría Stephen R. Covey, “the principle of being proactive and seeing yourself as the creative force of your own life with the choices you make”.


Así pues, la respuesta a los problemas que se nos presentan en la vida puede buscarse:
· Actuando nosotros o dejando que otros actúen por nosotros
· Asumiendo la responsabilidad de nuestros actos o echándole la culpa a otros (el mundo, la sociedad, el vecino de enfrente…)


Pues bien, en cualquier caso a ninguno se nos ocurriría matar a otra persona para eliminar un problema provocado por nosotros. Por ejemplo, si conducimos de forma inadecuada y provocamos un accidente de tráfico, las consecuencias sobre nuestra vida son grandes, ya que nos pueden desde poner una multa hasta encerrar en la cárcel (caso Farruquito) y para evitar esas consecuencias a ninguno se nos ocurre decir que es una solución aceptable salir huyendo o matar a los testigos para evitar que se nos pueda condenar. Tampoco creo que sea adecuado decir que la culpa es del ministerio de fomento que no pone carreteras para ir a 200km/h ni que la culpa era del peatón por no mirar antes de cruzar en el paso de cebra. Es posible que los demás tengan una parte de responsabilidad, pero parece claro que si conducimos de forma inadecuada o imprudente, los únicos responsables somos nosotros y por tanto debemos asumir las consecuencias.


En el caso del aborto, nos encontramos todas estas cuestiones. Por un lado, cuando una mujer se acuesta con un hombre debe asumir la posibilidad de quedarse embarazada, ya sea porque no se use la protección correspondiente o porque ésta haya fallado. En el caso en que esto suceda, existen muchas opciones, aunque no todas gusten o sean igual de “fáciles”. Algunas de estas opciones suponen aceptar las consecuencias y por tanto aceptar que su vida va a cambiar puesto que dichas consecuencias ya no sólo la afectan a ella sino que también afectan a otras personas. Otras suponen no aceptar las consecuencias y por tanto hacer que otros las paguen, o lo que es lo mismo, para no cambiar su vida hacer que otros la cambien (en este caso la cambian: el feto hasta el punto de morir, el padre que no puede opinar…). Del mismo modo que en el caso de la conducción inadecuada no se nos ocurre aceptar como válida una solución que eche la culpa a los demás, curiosamente en el caso del aborto sí que se defiende como aceptable que las consecuencias las paguen otros.


Aquí es donde entra el relativismo. En primer lugar, para poder conseguir que la consecuencia la pague otro y esto resulte aceptable para todo el mundo, tenemos que conseguir que no se vea al cabeza de turco como alguien con derechos, por lo que introducimos en el debate la posibilidad de que el nasciturus no tenga estos derechos quitándole incluso la condición de ser humano(1). De este modo nos sentimos libres para castigar a otros por las consecuencias de nuestros actos.


Pero no contentos con esto, para estar totalmente libres de toda posibilidad de culpa, necesitamos que no se vea este asunto como algo intrínsecamente malo (hasta ahora era un delito despenalizado en algunos supuestos). Para esto tenemos que conseguir que se vea como un derecho, porque ¿quién va a negarse a dejar que ejerzamos nuestros derechos? De este modo necesitamos darle la vuelta a la tortilla e “inventar” derechos de la mujer aunque choquen con los derechos de los que la rodean. Aquí hay un salto mortal en lo conceptual, puesto que resulta que los derechos de uno acaban donde empiezan los de los demás y ¡ay amigo!, resulta que los demás en este caso tienen derecho a vivir... Con esto volvemos a lo mismo, si no es humano no tiene este derecho…


Volviendo al principio, lo que subyace en todo este razonamiento es que el planteamiento para solucionar problemas que se hace es el de: tengo derecho a no asumir la responsabilidad de mis actos y por tanto cambiaré las cosas de modo que me convenga para no hacerlo.


Esto es consecuencia entre otras cosas de la falta de valores y sobre todo el relativismo moral, consistente en decir que es Bueno (con mayúsculas) lo que para mí es bueno y por otro lado lo que hoy es bueno mañana puede no serlo si a mí me conviene. Así, de no rectificar, estamos encaminados a una sociedad egoísta que terminará por autodestruirse, como lo han hecho todas las civilizaciones que emprendieron ese camino anteriormente (Desde Egipto hasta China, pasando por Grecia o Roma).


(1) Aquí podemos entrar en el debate de si el feto es o no ser humano, pero claro, decir que un “bicho” con código genético independiente no es humano porque no está totalmente desarrollado y depende de la madre para subsistir es tanto como decir que la energía potencial no es energía porque no ha generado todavía movimiento, o decir que un niño de 2 días no es humano porque no puede valerse por sí mismo. En general es despreciar 2000 años de filosofía y en concreto no conocer la diferencia entre potencia y acto…

1 comentario:

  1. Interesante Nacho, estreno mis intervenciones...como lector...en el post más fácil. No puedo estar más de acuerdo contigo. Quizá te falta añadir el disfraz del feminismo con el que justificar ese relativismo.
    Enhorabuena por la iniciativa.
    Mario

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